El difícil Camino de la Iglesia Tabasqueña

Por Massimo De Giuseppe

Universidad IULM Milán, Italia


Por siglos Tabasco ha marcado también una de las fronteras del México católico; después de la primera fase evangelizadora a cargo de frailes franciscanos y dominicos, que dejaron herencias importantes de su pasaje hacia Chiapas; por el clima hostil y la escasez de sacerdotes las instituciones eclesiásticas encontraron muchos problemas en consolidarse, tanto que se habló de una «larga obscuridad virreinal». Particularmente difícil resultó también la época comprendida entre la independencia y la primera parte del siglo XX, a pesar de la decisión de León XIII de fundar la diócesis de Tabasco en el año 1880.

A pesar de los proyectos de fortalecimiento de las estructuras eclesiásticas intentados por el tercer obispo de Tabasco, Pbro. Francisco Campos, en los primeros años del siglo XX, el cruce revolucionario dejó una situación interlocutoria. El momento más crítico para las instituciones eclesiásticas se vivió durante la etapa del «garridismo», cuando el ímpeto modernizador-corporativo asumió rasgos de radicalismo anticlerical; con la suspensión del culto oficial y el destierro del obispo Pascual Díaz (1923-1929), las iglesias fueron clausuradas y transformadas en escuelas racionalistas, mientras el gobierno desarrollaba su acción «desfanatizadora». El regreso efectivo de las instituciones eclesiásticas en Tabasco remonta al final de los años Cincuenta, cuando el obispo José de Jesús Angulo del Valle organizó una «campaña de recristianización» de su diócesis.

Sin embargo esta historia compleja, de rupturas, aislamientos y retornos, no impidió a las comunidades indígenas incorporar rápidamente los fundamentos del cristianismo a su propia matriz religiosa y cosmogónica, a nivel litúrgico, devocional y espiritual, reelaborándolos y defendiéndolos en el tiempo a través de mecanismos de cofradías, mayordomías, rituales y fiestas.

Cupilco: El Nacimiento de un Culto Mariano

El pueblo de Cupilco (del mexicano Copil-co, «lugar de la corona») está compuesto por una comunidad campesina de origen náhuatl (azteca) en el corazón de una región históricamente maya: de zoques y chontales, que antiguamente veneraban a la diosa Ix-Bolom, relacionada al agua y a la fertilidad. Antes de la conquista, posiblemente Cupilco - cerca de Comalcalco («lugar de los comales»), importante asentamiento político-religioso maya - era un puesto para el control del comercio del cacao entre Tabasco y el Valle de México.

© Museo Comunitario de Cupilco
© Museo Comunitario de Cupilco

A diferencia de las poblaciones vecinas, marcadas por un proceso de creciente despoblamiento, entre sus dos mil habitantes es todavía limitado el fenómeno de la emigración. Uno de los motivos de la «resistencia» socio-cultural de los habitantes está ligado a la capacidad de construir sólidos tejidos identitarios, en cuyo centro se encuentra, desde el siglo XVIII, la devoción por la Virgen de la Asunción. Todavía en la actualidad un grupo de mujeres de la comunidad se encarga del cambio de vestidos de la Virgen, cuya preparación está comisionada, por rotación, a una familia, a través de un sistema de cargos que constituye el esqueleto social del poblado.

Los relatos tradicionales cuentan que la estatua de la Virgen fue encontrada por unos ancianos de la vecina localidad de Ayapa en la Barra de Tupilco, en una lagunilla frente al mar; estaba en un barquito de madera, junto a una caja de joyas, una corona y una medialuna plateada. Sobre la historia de su traslado a Cupilco, los milagros y las apariciones se ha construido un riquísimo tejido de historia oral que ha alimentado un patrimonio identitario-devocional en constante movimiento. En Cupilco la Virgen encontró su casa, en una capilla de guano, y ha estado cuidada y defendida por siglos, resistiendo a la intervención francesa y a la revolución; en los años de gobierno de Garrido Canabal (1920-1936), fue escondida en los popales y protegida día y noche. Después de la construcción del colorido templo y la sucesiva erección de éste a parroquia (1976) y a santuario (1991), uno de los principales problemas consistió en la búsqueda de una equilibrada relación entre el sacerdote y la comunidad, sobre la base de respetar los roles, competencias y prerrogativas culturales.